Sin embargo, Orihime era infeliz, pues debido a sus arduas labores nunca se había enamorado; su padre afligido por su hija, decide entonces concertar un encuentro entre ella y Hikoboshi (Pastor de las Estrellas), quien residía al otro lado del Amanogawa, cuidando de sus rebaños.
La juventud llama a la juventud, la belleza llama a la belleza y el amor llama al amor; la Princesa Tejedora y el Pastor Celestial se enamoraron al instante y poco después se casaron. Y como a veces sucede cuando se tiene mucho de algo bueno, perdieron el equilibro con la vida; Orihime descuidó sus tareas y dejó de tejer para Tentei, al tiempo que Hikoboshi descuidó su rebaño y dejó que las estrellas se desperdigaran por el Cielo. Furioso, Tentei separó a los amantes, uno a cada lado del Amanogawa, prohibiendo que se vieran.
La princesa acongojada profundamente por la pérdida de su amado Hikoboshi le pidió a su padre el poder verse una vez más. Tentei, conmovido por las lágrimas de su hija, permitió que los amantes se vieran el séptimo día del séptimo mes (según el calendario japonés lunisolar), siempre que Orihime tuviera terminado su trabajo.
No obstante, la primera vez que intentaron verse se dieron cuenta de que no podían cruzar el río, dado que no había puente alguno. Orihime lloró tanto que una bandada de urracas vino en su ayuda y le prometieron que harían un puente con sus alas para que pudiera cruzar el río. Pero, si la princesa no ha realizado todo el trabajo que debería en un año, el día del reencuentro lloverá, las urracas no podrán venir y los amantes tendrán que esperar hasta el año siguiente.
El día antes del Festival Tanabata, los japoneses expresan sus mejores deseos, mediante escritos en una tira de papel colorido, que se ata a las ramas de un árbol de bambú. Se cree que las oraciones y peticiones pronunciadas y colgadas en los árboles de bambú en la noche de Tanabata, serán concedidas.
My Thoughts:
Hay cierto factor en las historias japonesas, que, si bien son fantásticas (en los dos sentidos de la palabra) también nos transportan a un mundo más intimo y complejo, quiero decir con esto que sus historias nos llegan al corazón, a lo más profundo de nuestro ser, apuntan a la psiquis y a nuestros sentimientos más primitivos y esenciales.
Haciendo un rápido análisis desde una perspectiva occidental, donde estamos acostumbrados al famoso “felices por siempre” el cuento de Orihime y Hikoboshi no encaja con nuestra sociedad, en nuestra cultura la princesa y su amado se enamorarían, pasarían por ciertas pruebas para demostrar el afecto que se tienen y tendrían su final de felices por siempre.
En cambio, la perspectiva japonesa de “amor” es bastante distinta, llena de melancolía, tristeza y sufrimiento; muchísimo más aguda. En mi opinión, nosotros (los occidentales) quemamos la idea de amor, nuestro amor es algo expuesto, fatuo, y banal. “Amamos” a alguien, entonces tenemos que pasar por pruebas para demostrar nuestros sentimientos, para finalmente llegar a nuestro ser amado, profesar nuestro amor y ser felices por siempre, un final totalmente cerrado que consume el amor tan fácil como el fuego consume un pergamino, porque eso es lo que ocurre, abrasamos el sentimiento.
En contraste, Orihime, quien vivía afligida pues jamás había amado, conoce a su Hikoboshi e intentan vivir al estilo occidental, como la historia nos relata, pierden el control y el equilibrio y deben ser separados; verdaderamente triste, y sin embargo es por ese hecho que su amor nos parece hermoso, bello y trágico a la vez, como la vida de una flor. Su amor es algo que llevan por dentro, no pueden verse, ni tocarse; es fuego que no puede exteriorizarse y así, la llama crece, realmente viven por su amor, y crece cada día más, hasta que finalmente su encuentro no puede ser más que perfecto.
Su final, a pesar de que a primera vista no lo parezca, es feliz. Orihime realmente aprendió lo que es amar, y vivirá siempre con el sentimiento por dentro. Amor, saudade y tiempo hacen a la Princesa Tejedora y al Pastor Celestial sean verdaderamente inmortales.
Lo único que queda por decir, es que ayer no llovió en Japón…